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Carolina Carubin: Sin Lugar para los Débiles
Texto de Artista

“Debes consumirte en tus propias
llamas; ¡cómo pretendes renovarte sin
haber sido antes ceniza!” Friedrich
Nietzsche
, Así habló Zaratustra (1885)

Me gusta pensar que el arte enriquece la vida de las personas. El arte como un campo de batalla donde se retroalimentan energías creativas de todo tipo: algunas destruyen, otras construyen, pero en la sinergia entre ellas, el resultado es siempre superador aun cuando compromete las emociones más profundas y a veces dolorosas. Muchos artistas eligen sumergirse en esas aguas turbulentas e indagar desde allí, generar un espacio productivo de transmutación y resiliencia y transformar lo indecible en materia. Carolina Carubin es uno de ellos.

Construir y edificar son acciones que para la artista -arquitecta ella- representan la asimilación de procesos cotidianos, familiares, a través de la producción de un tipo de obra que guarda relación estrecha con esa inmediatez recurrente de su entorno. La búsqueda de toda su estética y línea creativa está signada por el uso de materialidades que hacen eco de un eje conceptual que Carolina Carubín viene trabajando silenciosamente desde sus primeras pinturas, hasta afianzarse en el campo de lo textil desde donde puede hacer salir la obra del plano, cobrando volumen, tomando el espacio. Son piezas de una abstracción visceral, orgánica, repletas de insinuaciones que permiten
intuir rutas, ríos, venas, cicatrices que se imprimen en los elegantes y sutiles papeles gracias a la presión vital del grabado. Series pioneras como Corriendo velos (2015) o Cortezas (2018), nos acercan un panorama, apenas esbozado de lo que vendría tiempo después. Pequeñas maquetas que contienen relatos cosidos, sostenidos suavemente pero que en su aparente fragilidad, ponen en escena contrastes de fuerzas y cierta inquietante violencia. Es en la serie Pequeños Mundos (2019) donde el círculo, figura perfecta que organiza y amalgama, habilita el peligro latente que representan los filos de acero detrás
de una fachada estéticamente estructurada.


Pero es quizás en los últimos trabajos de Carolina donde se produce una síntesis cada vez más contundente porque la idea está tan clara que la materia conspira para hacerla presente. La serie Transformare (2020) combina madera, papeles, cuerdas, alambres, todos ellos imbricados en una danza amorosa, fraternal, que los interrelaciona al punto de no poder desvincularlos ni visual ni literalmente. Repleta de referencias a una realidad emocional propia, esta suerte de autorretrato se despliega en una variedad de piezas que tienen la particularidad de hacer hincapié en esa relación complementaria que la artista establece entre los nudos que sujetan y los nudos que enredan. Porque es todo parte de un proceso dialéctico donde aquello que es contenido, a veces se ve atrapado por su propio continente, pero muchas otras, ese continente es necesario como condición de posibilidad de su ser. Carolina debate y define la estructura de sus obras en medio de esa tensión permanente por sujetar sin retener, por restaurar dejando el menor rastro posible del desgarro, por abrazar con su coraza sin herir con su contundencia.


La materia vive en la obra de Carolina Carubin. Sus objetos y esculturas, condensan una historia de vida que nos habla de las pasiones con las que tod0 ser humano debe lidiar. En su caso personal, la artista elige hacer de esos torbellinos emocionales plagados de la incertidumbre de la inmediatez y los cambios repentinos, una comunión con fundamentos estables y sólidos, aquellos que solamente el amor logra construir. Su obra se presenta amigable aun cuando guarda en su interior una visible lucha por armonizar aquello que busca imponerse, un trabajo cuya franqueza se vale de mínimos recursos para máximos resultados, donde la firmeza de lo más pequeño, de lo imperceptible, logra cobrar protagonismo cuando la mirada del espectador se adentra en los canales abiertos por la artista, especialmente diseñados para dejarla penetrar.


El arte, como la vida, se transita con un sabor agridulce; es quizás uno de los lugares donde mejor se expresan las emociones humanas que no habilitan racionalización. Para Carolina, el arte es la forma de entender lo imposible, de darle una forma aprehensible. Es entonces un acto de absoluta libertad y voluntad exponencial, hacerse de las herramientas que provee la fortaleza para acercarse a los propios abismos y enfrentarlos, para tomar a los miedos de la mano y convivir con ellos. En cada obra, Carolina pone de manifiesto su lucha como mujer y como artista; en el arte se reinventa y con ella, reinventa su entorno. En cada obra, Carolina se consume en sus llamas y renace de sus cenizas.

Lic. María Carolina Baulo

Septiembre 2020

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